Sunday, January 6, 2008

El diluvio

Cuentan los chamanes de mi pueblo que hubo un momento en la vida de los hombres en que todo estuvo tan tranquilo y perfecto sobre la tierra que las gentes se entregaron a los placeres y los goces de la vida, en perjuicio de la memoria de sus dioses. Cuentan también que había por aquel entonces un hombre que se dedicaba a labrar la tierra, a quien todos conocían como Watakame, que significa hombre desmontador o labrador de la tierra. Fue él, el elegido por los dioses para construir la canoa, en que se salvarían los hombres y su mundo, del peor diluvio de todos los tiempos.

Watakame era un personaje apartado y misterioso, excesivamente trabajador y comprometido con su oficio. Cosecha tras cosecha ampliaba infatigable su parcela, desmontando el bosque circundante. Acostumbraba salir a trabajar muy temprano y una vez en su parcela unas pocas palabras mágicas bastaban para que cada uno de sus diez dedos se convirtiera en un fiel y tesonero ayudante. Todo en su pequeño mundo marchaba bien hasta el día en que llegó a las márgenes de su predio y se encontró con que los árboles que había tumbado la jornada anterior estaban de nueva cuenta en pie. Se rasco la cabeza, desconcertado y sin decir nada se avoco con sus diez ayudantes a cortarlos otra vez.

Regresó a su casa bien entrada la tarde y después de comer se durmió profundamente, sin soñar absolutamente nada. La siguiente mañana despertó cuando el sol apenas se desperezaba tras las montañas y al igual que cada uno de los días de su vida se dirigió a su trabajo. Se encontró por segunda vez que todo se había levantado y pensó: -Esto esta muy raro. Su vida había sido siempre tan regular que nunca había tenido que pensar con detenimiento en ninguna situación como esa.

Revisó cuidadosamente el lugar, para cerciorarse que no se había equivocado de sitio. Cuando finalmente se rindió ante la contundente evidencia, se recostó bajo la sombra de un esplendido mezquite para clarificar sus pensamientos.

Un par de horas desgranaron sus segundos hasta que finalmente un idea cruzó brillante por su cerebro. Voy a averiguar qué es lo que está pasando, me voy a quedar a espiar y así lo hizo. Ese día trabajo más arduamente que cualquier otro día de su vida y cuando la tarde se fue muriendo entre los jilotes y las mazorcas de su sembradío, no fue a su casa. Se escondió entre los arbustos y esperó para ver qué sucedía. Jamás en su vida había tenido que esperar por nada, todo llegaba exacto en su momento y su vida era tan perfecta como la de un reloj. No habían pasado diez minutos cuando ya estaba desesperado y todo le molestaba en derredor suyo. De repente de entre la nada apareció una anciana con un bastón, se paró en el centro de los árboles recién derribados, levantó su bastón y apuntó hacia los cinco puntos cardinales: Hauxamanakaa, Cerro Gordo, Durango. (norte); Xapawiyeme, Chapala, Jal. (Sur); (Wirikuta) Real de Catorce, S. L. P. (este) (Tatei Haramara) San Blas, Nay. (Oeste) Y el centro (Teakata) Una vez que la anciana hubo terminado de levantar su bastón en todas esas direcciones, todas las plantas y árboles cortadas durante la faena, regresaron a su lugar. Al ver esto, Watakame enfurecido, salió de donde se escondía con su machete en la mano dispuesta a acabar con la vida de la indolente anciana. Cuando ella le vio acercarse, con su brazo le indicó detenerse y le dijo:

-Watakame, todo tu trabajo aquí es estéril, porque el fin del mundo se acerca. Yo soy Nakawe, él espíritu de la diosa tierra y de la fertilidad. Estoy aquí para anunciarte que eres el elegido para salvarse y ser el creador de la futura generación que habitara la tierra después del diluvio. Tu misión es construir una canoa, en la que te salvaras tú y el mundo. Tienes solo siete días para conseguirlo, y no podemos perder tiempo. Entonces le señaló un enorme chalate (árbol) a su derecha. Ella le dijo lo vas a tumbar y vas a construir la canoa como te lo indique.
Watakame, no dudo ni un solo instante, había echo del trabajo su vida, pero respetaba a los dioses y a los pocos hombres sabios que le había tocado conocer. De inmediato siguió las órdenes al pie de la letra, hizo todo lo que la anciana le había dicho, Escarbó en el enorme chalate hasta dar forma a una enorme y esplendida canoa, junto a todos los animales, recolectó las semillas de todas las plantas, incluida Tatuutsi Nakawe (el espíritu de la diosa tierra y de la fertilidad). Durante seis días y sus noches trabajo incansablemente bajo las rigurosas ordenes de la anciana. Algunas veces sus parpados rebeldes se cerraban incontinentes y la voz serena de la anciana se colaba hasta su cerebro, haciéndole despertar bruscamente. Pero al final del sexto día, cuando todo estaba casi listo, la anciana le dijo: Ve con tus hermanos y diles que se preparen a salvar su vida. Fue hasta donde estaban sus chozas y hablo con ellos, pero no le hicieron caso, al igual que en muchas otras ocasiones se burlaron de él y sus extraños hábitos. Le preguntaban irónicos: ¿Por qué construyes una canoa tan grande, donde no existe un río tan caudaloso para hacerla navegar? ¿Para qué quieres tantos animales y plantas hermano, no te basta con poseer toda la tierra hasta sus últimos confines? Sus hermanos habían comido por muchos años de su maíz y de su bondad. Tan trabajador y productivo era, que mucha gente había dejado de trabajar y se alimentaba de las abundantes cosechas de maíz que cada temporada recogía Watakame. Él sin inmutarse les contestaba: -Estoy haciendo esto porque Nakawe me lo ordenó porque el fin del mundo se acerca. Ellos divertidos se reían y le decían que estaba loco al decir semejante tontería, que el mundo se iba a acabar, esto no se puede acabar, decían, porque nunca ha estado mejor que hoy.

Watakame, regreso triste hasta donde se encontraba Nakawe, y le contó lo sucedido, después dedico sus esfuerzos a mejorar la canoa. Esa noche subió a la canoa todas las semillas y plantas que había juntado y los animales por si mismos fueron llegando y ocupando su lugar. Watakame se quedo profundamente dormido esa noche, hasta que en el amanecer del séptimo día le despertó una lluvia muy fina que filtraba a través de una pequeña fisura en el techo de su nave. Rápidamente se dio a la tarea de arreglar todas la goteras en su navío y se aseguro de que los alimentos, las semillas y los animales estuviesen seguros. En ese momento llegó Nakawe y le preguntó si había subido su perrita negra, y hasta ese momento recordó a su fiel y querida compañera y veloz corrió hasta su casa y la trajo en sus brazos. La pertinaz llovizna se había convertido en cerrada cortina de agua que oscurecía casi totalmente el día, el estruendo de los rayos rebotaban peligrosamente en su corazón acelerado y en cuanto ambos subieron a la canoa Nakawe cerró la puerta y se subió encima de la nave, y desde allí comenzó a guiarla entre los árboles del bosque, mientras era llevada por lo que en un minuto fue un riachuelo salido de quien sabe donde, y así minuto a minuto el riachuelo duplicó su caudal y se convirtió en furioso río, y después en profundo mar. la canoa se comenzó a elevar a medida que el caudal de agua se incrementaba, y cuando estuvo por encima de árboles, montañas y cordilleras dicen que se dirigió hacia el norte hasta tocar las paredes del cielo y luego regresó al sur al igual hasta tocar las paredes del sur, después al este y al oeste, para finalmente detenerse en el centro del mundo, sitio hoy conocido como Teakata, y donde todos los que han ido dicen que aún se encuentra la canoa en que se salvó el mundo. Fue ese lugar donde Watakame pisó tierra por primera mucho tiempo después de que termino el diluvio y el mundo fue creado otra vez. Nawake descendió primero que nadie de la canoa y dibujó un círculo con su bastón, el cuál dividió con rayas, mismas que de inmediato se transformaron en montes, valles, ríos, lagos y arroyos. Después tomó las semillas y de un soplido las regó por todo el planeta y así surgió el nuevo mundo. Los animales descendieron de la canoa y se dispersaron por el mundo, reproduciéndose rápida y prolíficamente. Watakame bajo el último de todos y detrás de él su perrita, pisándole los talones. Respiro profundamente el aire fresco del recién creado nuevo mundo, le dijo adiós a Nawake y regreso al único mundo conocido por él, el de su trabajo

No le costó mucho acostumbrarse a su nueva situación, construyó una choza como la antigua y dedico sus esfuerzos a cultivar su principal sustento el maíz de cien colores. Cierto día al caer la tarde, llegó a su casa y encontró tortillas y comida preparada. No tuvo fuerzas ni ganas de preguntarse quien le habría echo semejante favor. Devoró frenético la comida y aún el último bocado, se quedo atrapado entre sus dientes. Al día siguiente salió tan temprano que ni siquiera recordó lo ocurrido. Cuando regresó cansado como pocas veces en su vida, volvió a encontrar la comida preparada, y como la noche anterior, no termino de comerla toda, antes de caer rendido sobre la misma piel donde comía. Después de ese día no volvió a reparar en la cuestión de la comida y dio por echo, que así debería de ser. Pasaron los meses, hasta que una noche se le apareció Nakawe en sus sueños y le dijo:


-Si quieres saber quién es la persona que prepara tus alimentos debes espiar tu choza durante el día. Así lo hizo Watakame y se sorprendió de encontrarse que su perrita en cuanto el se iba se convertía en mujer y arreglaba su casa y cocinaba su comida. Se sorprendió mucho pero no dijo nada y regreso a casa esa noche como todos los otros días. Pero esa noche Nakawe volvió a surgir en sus sueños y esta vez le dijo: -¿Ya sabes que tu perrita se convierte en mujer y te guisa tus alimentos y cuida de tu hogar?. Pero para que ella se quede convertida en mujer y sea tu compañera por siempre, tu deberás de quemar su piel, cuando ella vaya al agua, y cuando regresa debes bañarla con el agua con que lava sus manos cuando tortea y así tendrás a una mujer para siempre... .

Al despertar Watakame, se quedo en su lecho reflexionando sobre su sueño, y se dio cuenta de que en toda su vida jamás había deseado nada, excepto trabajar, pero hoy que lo pensaba le gustaría tener una mujer y todo lo que ello implicaba. Pensó en su hogar, en su comida, en los niños, en la compañera y deseo con todas sus ganas tener una mujer a su lado. Se escondió en un rincón de su choza tapado con algunas pieles y espero. La perra, creyéndose sola, como por arte de magia se comenzó a quitar la piel quedando convertida en una hermosa mujer, de esplendida cabellera negra y grandes ojos color miel, momentos después salió por el agua, y cuando regreso torteo la masa para las tortillas, preparó la comida de ese día y volvió a colocarse su piel de animal. En un descuido de la perrita, Watakame salio de su escondite y fue hasta su parcela donde se quedo meditando todo el resto del día, hasta que fue el momento de regresar a casa. Se sentó en la mesa y comió todo lo que estaba frente a él.

Esa noche no durmió ni un solo instante y por la mañana fingió salir a trabajar y regreso a esconderse debajo de las pieles del rincón. La perrita confiada se quitó la piel y se dispuso a ir por agua al manantial, en cuanto salió el hombre como de rayo salió de su escondite, tomó su piel y lo arrojó al fuego debajo del comal, hasta la choza se escucharon los aullidos de la perra convertida en mujer, cuando ella bañada en sangre regreso a la casa, todavía aullaba lastimosamente, pero apenas hubo traspasado el umbral de la casa, Watakame la baño con el agua en que ella se enjuagaba sus manos y de inmediato la piel ensangrentada de la mujer se transformó en una suave y delicada cubierta que hacia aún más hermosa a la mujer. Los aullidos se transformaron rápidamente en quejidos o gemidos de mujer, y de esta forma nació la mujer de Watakame y la madre de todos los huicholes. La pareja vivió feliz, tuvo mucha familia y de ahí surgio el pueblo huichol, y hasta el día de hoy, aunque otras investigaciones digan otras cosas, los huicholes provenimos de una perrita y del señor labrador de la tierra llamado Watakame...

Tacho..


El Origen del mundo.
Tacho

En la tierra de los huicholes, cuando la tarde cae, y los últimos rayos del sol calientan plácidamente a los mortales, los viejos y sabios ancianos se sientan entre los peñascos, para disfrutar de ese momento perfecto y rememorar cuando el mundo fue creado...

Cuando aún no existía el mundo y todo era tinieblas, más allá del puerto de San Blas, en un lugar muy adentro del mar, que los venerables ancianos huicholes llaman Kiyetuaripa, fue el sitio donde por primera vez hablaron las divinidades. En ese tiempo no existían sino dioses, y ninguno de ellos tenía cuerpo material, eran solo espíritus sin sustancia ni color; todos ellos se juntaron para crear el mundo y así poder descansar sobre el. Una vez reunidos comenzaron a discutir la manera de lograr semejante proeza, al ser dioses no existían imposibles para su poder, más formar un mundo requería de un tremendo sacrificio, aquel elegido, sacrificaría su existencia en beneficio de los demás. Tras largas discusiones no lograban ponerse de acuerdo, sobre quien sería el indicado para darle vida al ansiado proyecto. Una mujer de entre los dioses, dejo escuchar su voz y dijo –Yo, voy a hacer el mundo. El resto de los dioses, incrédulos le preguntaron -¿y podrás hacerlo? Ella contesto con firmeza. -¡Si¡ yo podré hacerlo. Ella estaba absolutamente segura de lograrlo, así que no dudo y sin perder un instante comenzó a transformarse, expandiendo su cuerpo trasparente e incoloro, en una sustancia amorfa, densa de oscuros matices y olores indescriptibles, paso algún tiempo hasta que finalmente los dioses pudieron vislumbrar ese vasto cuerpo que es la tierra, ese gigantesco planeta que habitamos, con sus miles de plantas, animales, piedras y flores, las divinidades sonrieron satisfechos y se felicitaron los unos a los otros, antes de decirse adiós.
Una vez que tuvieron la tierra los dioses para descansar, se posaron sobre ella y la disfrutaron alegremente sin remordimientos, ni penas. La felicidad duro hasta el día en que se dieron cuenta de que algo faltaba sobre esa tierra gris, extensa e infinita. Se percataron de que todo era oscuridad, y no era posible mirarse el uno al otro, ni las miles de cosas que ahora existían, así que decidieron volver a reunirse para plantear esta necesidad y decidir lo que habrían de hacer. En este segundo encuentro, los dioses se preguntaron ¿De que forma lograremos esclarecerlo todo, de que manera lograremos tener luz? De entre ellos, una segunda mujer se abrió paso, y dijo con firmeza, yo les daré la luz. Los dioses, por segunda vez dudaron y le preguntaron si ella sería capaz de hacerlo. Ella sin decir palabra, se elevo, colocándose por encima de la tierra y convirtiéndose en un precioso satélite de luz ambarina y difusa al que le llamamos luna.

De esta manera, los dioses tuvieron finalmente una tenue luz, que bañaba todos los objetos sobre la faz de la tierra, y que les permitió conocer sus rostros blancos y descoloridos; sus cuerpos grises y esmirriados. Los dioses estuvieron contentos durante algún tiempo, pero poco a poco se dieron cuenta de que la luna, provocaba nevadas, lluvias y sobre todo frío. Hubo necesidad de una tercera reunión, en la que se discutió la posibilidad de lograr el calor. Pensaron en otro dios que hiciera posible la luz total y el calor que tanta falta les hacía. Mientras los dioses discutían quien habría de sacrificarse de entre ellos para crear el calor y la luz, a la distancia les sorprendió una enorme y cegadora llama, que a medida que se aproximaba iluminaba todo cuanto había en derredor y les contagiaba de una placentera sensación de calidez. Cuando estuvo cerca, entornando los ojos pudieron descubrir la figura de un cuerpo en el centro de la llama misma. Era el hijo del dios fuego, que había sido enviado por su padre, para conseguir alimento, leña y troncos secos con los cuales alimentar su hambre infinita.

Al verlo los dioses, pensaron atraparlo, pero era imposible sujetar a tan escurridizo personaje, que divertido, dejaba que sus lenguas de fuego, se cebaran sobre las esmirriadas y blancas superficies de los dioses. Después de infinitas quemadas, desistieron los dioses de su propósito. Una estrella que desde el infinito les contemplaba, les pregunto a los dioses que sucedía a lo que ellos respondieron con tristeza, que no podían atrapar al fuego, y que les era tan necesario para tener luz y calor. Ella les dijo que ella podría hacerlo, y vertiginosamente se lanzo desde el espacio sobre el fuego, derribándole de forma sorpresiva. Los dioses se acercaron sobre el fuego derribado, descubriendo un anciano, con su bordón adornado con plumas de águila y flechas. Al intentar sujetarlo, el anciano, se convirtió en una enorme águila que se lanzo presta en rápido vuelo, los dioses tras ella lograron darle alcance, pero al derribarla sobre la tierra, esta se transformó en feroz tigre que de un vigoroso salto de desembarazo de todos ellos, iniciando una veloz huida, los perseguidores tenaces consiguieron acorralar al tigre al pie de una escarpada montaña, pero ante sus ojos se transformo en huidiza serpiente que, aprovechando una leve fisura entre las rocas logró escabullirse de nueva cuenta. La persecución que los dioses hacían del fuego, y la transformación de este incontables animales se volvió infinita, hasta el punto que uno de los dioses, más sabio y perspicaz que los otros, adivinando la necesidad primordial del fuego, le llamó dulcemente, prometiéndole que si se sometía a sus deseos, le entregaría comida por siempre, para que jamás tuviese hambre, ni tuviese que trabajar para procurársela el mismo. Solo entonces el fuego se dejo atrapar y desde entonces los dioses tuvieron el calor y luz con los cuales vivir una vida buena, y el fuego obediente desde entonces, se deja consentir mansamente en sus hogueras. Sin embargo, de vez en vez, cuando molesto o caprichoso por algún desdén u olvido, deja sentir su enorme poder arrasando bosques, pueblos, ciudades y vidas, con un hambre y violencia increíble, para que dioses y hombres entiendan que existe un compromiso.


Los dioses siempre insatisfechos, pronto comentaron a quejarse, de que la luz del fuego era insuficiente, solo bastaba para alumbrar un pequeño despacio, fuera de el, todo seguía siendo penumbras y tinieblas. Además el calor, también era escaso para todos aquellos que se alejaban del manto protector del fuego.

Así que hubo necesidad de una cuarta reunión, en ella los dioses discutieron la necesidad de construir un sol, un cuerpo inmenso de fuego que llenase todos los espacios de la tierra de luz y de calor. De entre ellos, alguno comento que existía un candidato perfecto para convertirse en el sol, un pequeño dios niño, quien se divertía jugando con una rueda, la cuál tenía las figuras de los dioses principales; el niño lanzaba al aire la rueda y con su arco la flechaba, sin errar tiro. Los dioses asintieron en que los dones del niño le convertían en el candidato ideal para convertirse en el sol, que con el calor y luz de su fuego incandescente les procuraría felicidad a dioses y seres vivos sobre la tierra. Los dioses más sabios, los conocedores enviaron a varios de entre ellos a atraparlo, sin embargo, al igual que les sucedió con el fuego, el niño se les escapaba graciosamente convirtiéndose en todos los animales imaginables del mundo, hasta que a alguno de ellos se le ocurrió preguntarle que aceptaría a cambio de cumplir sus deseos. El niño pidió una ceremonia especial de toda la vida y una peregrinación a Wirikuta ( Sitio ubicado en Real de Catorce). Una vez que el niño se dejo atrapar con la promesa de los dioses, de cumplir su petición, estos intentaron arrojarlo en una enorme hoguera, que habían preparado, para que el se convirtiera en sol. El niño les dijo que no era necesario, que el conocía su destino y sabía lo que debía hacer para lograrlo. Dirigiéndose hacia ellos les dijo - escuchen mis pasos, y para que vean que no les estoy mintiendo, en este momento me voy a arrojar en la hoguera. Dando un enorme brinco se proyecto de sur a norte, y luego en sentido inverso. Para acto seguido brincar de oriente a poniente y en sentido contrario, cayendo finalmente en el centro de la hoguera, tal y como lo pudieron constatar, los conocedores, quienes le escucharon cada una de las veces que cayo en los cinco puntos cardinales. Fue en el quinto impacto que despareció, pero no sin antes decirles que esperasen por el sol en Wirikuta, sitio que desde entonces se le llama “el cerro quemado”. En ese lugar esperaron pacientemente los dioses, y cuando finalmente los primeros rayos del sol aparecieron tras el cerro, todo el lugar se ilumino y los poderosos rayos comenzaron a quemar cuanto objeto se encontraba allí, ello fue porque el sol estaba demasiado cerca. Entonces los dioses le pidieron al venado (Tamatsi Kahauyumarie) que lo retirara y así lo hizo, empujándole vigorosamente con sus cuernos lo alejo lentamente hasta el sitio correcto, desde donde cumple su misión cotidianamente. Dicen los viejos chamanes que al ver la luz del sol, muchos de los animales acostumbrados a la oscuridad, corrieron a esconderse, algunos en el mar como los peces y calamares; otros debajo de las piedras como son las serpientes y alacranes, sitios en los que aún moran.

Pareciera que esta historia debiera terminar felizmente con la satisfacción total de todos los dioses con todos estos importantes logros, sin embargo, la naturaleza perfeccionista y descontenta de los dioses, muy rápido volvió a manifestarse, y al ver los dioses, como se elevaba el sol por los cielos, empezaron a discutir sobre cómo le llamarían a esa bola enorme que los asombraba llenándolos de calor, dándoles tanta luz como la que ellos deseaban: así el dios gallo dijo.- Tataxari, que significa viene saliendo, y hasta la fecha lo sigue repitiendo obstinadamente, cada día antes de que el sol salga; El guajolote que pudo admirarlo en toda su belleza una vez que hubo salido, dijo.- tau, tau, tau, y hasta la fecha es la forma en que lo llaman los huicholes. Así pues el sol se llama tau, pero su nombre original según lo mara’akate es Tawexikia, historia que es parte de otro capítulo...




El poema y la palabra

Y cuando por fin había decidido
cambiar el nombre de las cosas
y los hechos más o menos trascendentes
por cuestión de higiénica composición
atendiendo de lectores escrupulosos
de la Biblia y el Cantar de los Cantares
comprendí en invisible lazo que nos ata
y/o que ata
la resonancia de las palabras
con el ventrículo derecho del corazón
afectando vía pulmonar a la piel
con un tono morado oscuro
que distingue a la falta de oxígeno
sabiendo que cualquier tonto nos podría decir
que se trataba de un suicidio por falta de
comprensión semántica.

Entonces he ahí pues que
todo poema es un lindo disfraz para los ojos
que convierte lo oscuro en brillante
y lo grosero en sacra celebración
por ello no debí borrar palabra alguna
y que aquellos astrólogos,
los lectores de la Biblia y el Cantar de los Cantares
y todos los lectores que pueda haber,
lectores del cielo, sus astros y sus ciclos,
lectores de la tierra, sus alimañas y sus aguas,
lectores de las plantas, sus arbóreas y sus leñosas,
lectores del hombre, sus ciervos y sus sátrapas,
eran buenos lectores, antes que nada,
del periódico y sus infames noticias.


villano