La última batalla
Todas las noches la espero trepado en la ventana, escucho desde que abre la puerta sus pasos que atraviesan el pasillo y suben por la escalera. Corro y me escondo bajo las cobijas, luego se enciende la luz, descubre mi cara, y me da un beso. Después, en la oscuridad, ya nada más escucho el rechinar de la cama cuando se mete entre las sábanas. Hace muchos meses que pá no está con nosotros, yo creí que siempre estaría conmigo. Lo extraño, principalmente en la Navidad cuando me ayuda a abrir los regalos; entonces siento bonito cuando descubro lo que me trajo el niño Jesús. A mi siempre me trae los juguetes que tanto me gustan: soldaditos, pistolas, rifles y cañones; tengo muchos y por las tardes, después de llegar del colegio, los acomodo como dos ejércitos a punto de iniciar la batalla y me paso horas y horas tirado en el piso apuntando y disparando con sus rifles en miniatura, colocando los cañones y haciéndolos avanzar, mientras que simulo los disparos y las órdenes de los generales. Con mis manos tiro los soldaditos que caen en medio de gritos de dolor, luego los aparto y los voy echando en la caja de juguetes, hasta que uno de los dos ejércitos resulta victorioso. Entonces recojo todo y lo guardo hasta el día siguiente.
Siempre me ha gustado mirar por la ventana, mis padres me lo han prohibido, pero me gusta estar encaramado ahí, viendo todo lo que sucede, también para jugar a las guerritas… Yo creo que me gustan tanto, porque a mi papá le gustan las armas, tiene muchas y cuando no está en casa, las saco del ropero para jugar con ellas. Son como mis pistolas y las de mis soldaditos, sólo que más pesadas y más frías. A veces, cuando nadie está en casa, me pongo a apuntarle a las cosas desde la ventana, imagino que con solo jalar el gatillo se borran todo lo que no me gusta. Es bonito sentir que puedes desaparecer cualquier cosa fea que pongas enfrente de tu arma.
Me acuerdo mucho de papá, los últimos días que estuvo con nosotros estaba triste, yo no sabía porqué, cuando le preguntaba, él me decía que todo estaba bien, pero me daba cuenta que algo pasaba, porque ya no quería jugar conmigo y su mirada andaba perdida. Entonces dejé en un rincón la caja de mis juguetes y las tardes se hacían largas viendo por la ventana, esperando que toda la tristeza que sentía papá, se fuera para que regresara otra vez a mis juegos y estuviera conmigo y luego me enseñara como se manejan sus armas. Una noche que papá estaba en el trabajo llegó mama, creí que llegaban juntos, pero en la luz que ilumina la puerta de mi casa, me di cuenta de que era otro el señor que la abrazaba, entonces supe porqué estaba triste, y pasó lo mismo algunas otras noches, y su tristeza crecía y no veía cuando volviera otra vez a jugar conmigo.
Ya casi son dos años que papá se marchó y hasta se me olvidó como jugaba a los soldaditos, la última vez que lo vi fue aquella noche en que mi mamá llegó con aquel señor, cuando mi pá estaba a punto de llegar del trabajo. Supe que algo extraño sucedía, porque mi mamá había preparado sus maletas y el señor llegó y se puso frente de la puerta.-Me bajé de la ventana y fui hasta el ropero, mamá llegó entonces y me dio un fuerte abrazo y un beso y comenzó a bajar, lo abrí; ya no estaba la pistola que tanto me gusta, en cambio encontré el rifle, escuchaba los pasos de mamá bajando por las escaleras lo tomé entre mis manos, y me fui hacia la ventana; los soldaditos estaban guardados, cuando pasé junto a ellos sentí la misma sensación de cuando en medio de mis juegos iba barriendo con el ejército enemigo y llegué y ví a ese señor esperando. Yo sólo quería desaparecer las cosas feas que entristecían a papá, apunté y jalé del gatillo.
Cuando el señor cayó agarrándose el pecho y ya no se volvió a mover, apareció mi papá como si hubiera estado oculto en la oscuridad y bajo la lámpara de la puerta me miró. Yo creí que se iba a disgustar, algo le dijo a mamá y ella subió llorando, me quitó el rifle y me abrazó. Supe que no estaba enojado porque en sus ojos no había rencor sólo una sombra los empañaba como si le hubiera llegado otra nueva tristeza. Ahora que ya ha pasado el tiempo sé que lo que se llevó aquella noche fue la tristeza de no volver a jugar nunca más conmigo y el revólver que apenas alcanzó a ocultar entre sus ropas cuando se volvió para decir adiós.
Hawkmoon
Todas las noches la espero trepado en la ventana, escucho desde que abre la puerta sus pasos que atraviesan el pasillo y suben por la escalera. Corro y me escondo bajo las cobijas, luego se enciende la luz, descubre mi cara, y me da un beso. Después, en la oscuridad, ya nada más escucho el rechinar de la cama cuando se mete entre las sábanas. Hace muchos meses que pá no está con nosotros, yo creí que siempre estaría conmigo. Lo extraño, principalmente en la Navidad cuando me ayuda a abrir los regalos; entonces siento bonito cuando descubro lo que me trajo el niño Jesús. A mi siempre me trae los juguetes que tanto me gustan: soldaditos, pistolas, rifles y cañones; tengo muchos y por las tardes, después de llegar del colegio, los acomodo como dos ejércitos a punto de iniciar la batalla y me paso horas y horas tirado en el piso apuntando y disparando con sus rifles en miniatura, colocando los cañones y haciéndolos avanzar, mientras que simulo los disparos y las órdenes de los generales. Con mis manos tiro los soldaditos que caen en medio de gritos de dolor, luego los aparto y los voy echando en la caja de juguetes, hasta que uno de los dos ejércitos resulta victorioso. Entonces recojo todo y lo guardo hasta el día siguiente.
Siempre me ha gustado mirar por la ventana, mis padres me lo han prohibido, pero me gusta estar encaramado ahí, viendo todo lo que sucede, también para jugar a las guerritas… Yo creo que me gustan tanto, porque a mi papá le gustan las armas, tiene muchas y cuando no está en casa, las saco del ropero para jugar con ellas. Son como mis pistolas y las de mis soldaditos, sólo que más pesadas y más frías. A veces, cuando nadie está en casa, me pongo a apuntarle a las cosas desde la ventana, imagino que con solo jalar el gatillo se borran todo lo que no me gusta. Es bonito sentir que puedes desaparecer cualquier cosa fea que pongas enfrente de tu arma.
Me acuerdo mucho de papá, los últimos días que estuvo con nosotros estaba triste, yo no sabía porqué, cuando le preguntaba, él me decía que todo estaba bien, pero me daba cuenta que algo pasaba, porque ya no quería jugar conmigo y su mirada andaba perdida. Entonces dejé en un rincón la caja de mis juguetes y las tardes se hacían largas viendo por la ventana, esperando que toda la tristeza que sentía papá, se fuera para que regresara otra vez a mis juegos y estuviera conmigo y luego me enseñara como se manejan sus armas. Una noche que papá estaba en el trabajo llegó mama, creí que llegaban juntos, pero en la luz que ilumina la puerta de mi casa, me di cuenta de que era otro el señor que la abrazaba, entonces supe porqué estaba triste, y pasó lo mismo algunas otras noches, y su tristeza crecía y no veía cuando volviera otra vez a jugar conmigo.
Ya casi son dos años que papá se marchó y hasta se me olvidó como jugaba a los soldaditos, la última vez que lo vi fue aquella noche en que mi mamá llegó con aquel señor, cuando mi pá estaba a punto de llegar del trabajo. Supe que algo extraño sucedía, porque mi mamá había preparado sus maletas y el señor llegó y se puso frente de la puerta.-Me bajé de la ventana y fui hasta el ropero, mamá llegó entonces y me dio un fuerte abrazo y un beso y comenzó a bajar, lo abrí; ya no estaba la pistola que tanto me gusta, en cambio encontré el rifle, escuchaba los pasos de mamá bajando por las escaleras lo tomé entre mis manos, y me fui hacia la ventana; los soldaditos estaban guardados, cuando pasé junto a ellos sentí la misma sensación de cuando en medio de mis juegos iba barriendo con el ejército enemigo y llegué y ví a ese señor esperando. Yo sólo quería desaparecer las cosas feas que entristecían a papá, apunté y jalé del gatillo.
Cuando el señor cayó agarrándose el pecho y ya no se volvió a mover, apareció mi papá como si hubiera estado oculto en la oscuridad y bajo la lámpara de la puerta me miró. Yo creí que se iba a disgustar, algo le dijo a mamá y ella subió llorando, me quitó el rifle y me abrazó. Supe que no estaba enojado porque en sus ojos no había rencor sólo una sombra los empañaba como si le hubiera llegado otra nueva tristeza. Ahora que ya ha pasado el tiempo sé que lo que se llevó aquella noche fue la tristeza de no volver a jugar nunca más conmigo y el revólver que apenas alcanzó a ocultar entre sus ropas cuando se volvió para decir adiós.
Hawkmoon
1 comment:
Que onda raza, por lo visto todavía se ve una luz al final del tunel, díganme como puedo pegar textos en su blog o a donde se los mando. atte Moralito
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