TODOS SOMOS MEXICANOS
Me gusta el trabajo de la fábrica, el esfuerzo físico que tanto bien le hace a mi descuidado organismo, la relación intima, casi simbiótica con la máquina; me gusta sentirme como el apéndice que piensa, late y siente en un espacio de producción acompasado por el hacer de los músculos. Toda vez que establecemos el equilibrio entre lo que la máquina nos reclama y lo que nuestra laboriosidad aporta ya no es necesario estar allí, al menos espiritualmente, es entonces cuando tus actividades son realizadas automáticamente sin la intervención de la conciencia a la que puedes dejar volar y estar en donde quieras estar y con quien quieras estar, pero puedes si lo deseas, abrir otra ventana también y prestar atención a lo que sucede en lo inmediato, en lo que te rodea a la caras tristes de tus compañeros de trabajo, al cansancio, al desaliento. Cierto día ese estado de introspección que atrapa a mi mente fue interrumpido por un alboroto y es que, mis compañeros cansados de tanta arbitrariedad y atropellos, se dirigieron a su supervisor; un indio americano encumbrado en un poder para el que no tenía ni capacidad ni costumbre y cuando le reclamaron una a una todas las injusticias que se habían verificado bajo su indolente autoridad en ese momento tuvo un momento de claridad y santa iluminación y alcanzó a soltar una frase que dejó desarmados y boquiabiertos a mis compatriotas y queriendo decir; yo también he sufrido la discriminación y la injusticia, la pobreza, la subordinación, el hambre...solo atinó a decir: ¡ Yo también soy mexicano!
Me gusta el trabajo de la fábrica, el esfuerzo físico que tanto bien le hace a mi descuidado organismo, la relación intima, casi simbiótica con la máquina; me gusta sentirme como el apéndice que piensa, late y siente en un espacio de producción acompasado por el hacer de los músculos. Toda vez que establecemos el equilibrio entre lo que la máquina nos reclama y lo que nuestra laboriosidad aporta ya no es necesario estar allí, al menos espiritualmente, es entonces cuando tus actividades son realizadas automáticamente sin la intervención de la conciencia a la que puedes dejar volar y estar en donde quieras estar y con quien quieras estar, pero puedes si lo deseas, abrir otra ventana también y prestar atención a lo que sucede en lo inmediato, en lo que te rodea a la caras tristes de tus compañeros de trabajo, al cansancio, al desaliento. Cierto día ese estado de introspección que atrapa a mi mente fue interrumpido por un alboroto y es que, mis compañeros cansados de tanta arbitrariedad y atropellos, se dirigieron a su supervisor; un indio americano encumbrado en un poder para el que no tenía ni capacidad ni costumbre y cuando le reclamaron una a una todas las injusticias que se habían verificado bajo su indolente autoridad en ese momento tuvo un momento de claridad y santa iluminación y alcanzó a soltar una frase que dejó desarmados y boquiabiertos a mis compatriotas y queriendo decir; yo también he sufrido la discriminación y la injusticia, la pobreza, la subordinación, el hambre...solo atinó a decir: ¡ Yo también soy mexicano!
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